Hierro y poder by Harry Sidebottom

Hierro y poder by Harry Sidebottom

autor:Harry Sidebottom [Sidebottom, Harry]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2014-05-10T16:00:00+00:00


17

La frontera norte

Ciudad de Castra Regina

Ocho días después de los idus de diciembre, 235 d. C.

El emisario tuvo suerte de que Cecilia Paulina estuviese allí. Maximino había cogido al soldado del cuello y a punto estuvo de estamparle la cabeza contra la pared. Ella, su esposa, no tuvo ni que alzar la voz. Siempre había sido capaz de aplacar los estallidos de Maximino, que atribuía su ferocidad a la tragedia que había vivido en su juventud. Paulina pensaba que su origen se situaba más bien en una vida pasada entre la brutal soldadesca, pero nunca había expresado su opinión. Maximino jamás escucharía ninguna palabra en contra del ejército.

Paulina, que esperaba la llamada para sumarse a la corte imperial, que en invierno estaría acuartelada en Castra Regina, en Recia, se sentía encantada. El viaje desde Mogoncíaco no era ni difícil ni largo, y el otoño había sido benigno. Aunque tal vez careciese de las comodidades de la capital de la provincia, Augusta Vindelicorum, la fortaleza de los legionarios resultaba bastante confortable. Desde luego, ni que decir tiene que las responsabilidades imperiales exigirían la atención de Maximino. La sucesión de peticionarios lo aburriría, pero sería la escrupulosidad en persona a la hora de inspeccionar las reparaciones de los fuertes de la frontera y dirigir la instrucción del ejército con el objeto de prepararse para la expedición del año próximo. Con todo, pese a su diligencia para el deber, ella confiaba ingenuamente en que su esposo dispusiera de tiempo libre para pasar con su familia. Lo había echado de menos y él llevaba meses sin ver a su hijo. Corría el rumor de que Máximo no se llevaba bien con su padre. Cuando llegara el invierno y permanecieran todos juntos, ella estaba convencida de que podría lograr que se reconciliasen. Sin embargo, la nueva que llevó el emisario frustró sus tiernas ilusiones.

Los sármatas habían caído sobre Dacia. Se les habían unido las tribus libres de Dacia de las montañas y godos de las costas del mar Negro. Los bárbaros eran una multitud. Julio Liciniano, el gobernador, se vio bloqueado en Ulpia Traiana Sarmizegetusa. Paulina tuvo que hacer uso de toda su influencia para calmar a Maximino. Durante un momento dio la impresión de que iba a romper varios muebles ornamentados mientras pegaba gritos. Su campaña en el norte tendría que posponerse. Tras sus victorias, una estación más y Germania habría pasado a ser una provincia. La gloria que les había sido esquiva a Augusto y a Marco Aurelio había estado al alcance de su mano. En vez de eso ahora, cuando llegara la primavera, tendría que dirigirse hacia el este.

Cuando la nieve hubo caído y el Danubio se heló, el acuartelamiento se volvió un hervidero de actividad. Rara vez había tiempo para cenas íntimas, y el ambiente no era el adecuado para propiciar la armonía familiar. Día tras día, el emperador convocaba a su consilium. Peor aún, Paulina tenía que asistir a él. Maximino decía que ella le recordaba su deber. Era cierto que su presencia lo ayudaba a no perder la calma, pero sabía que nadie más la quería allí.



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